PATRIMONIO DE LAS ARTES VISUALES: JUAN MAURICIO RUGENDAS

Por Gustavo Olave Dervis, Licenciado en Teoría e Historia del Arte

La independencia de los países latinoamericanos trajo consigo el ansia de un arte que distanciara a las naciones emancipadas de los gustos estéticos importados del Viejo Continente. Debido a la escasez de pintores preparados en nuestro país (y en otras partes de América) no era de extrañar que el primer grupo de artistas nacionales se viese fuertemente influenciado por la llegada de los llamados pintores viajeros, los cuales se sintieron fascinados por el exotismo que Chile desplegaba ante sus sentidos. Juan Mauricio Rugendas fue parte de este destacado grupo de extranjeros.

Bautizado como Johann Moritz Rugendas, nació el 29 de marzo de 1802 en Augsburgo, Alemania. Desde temprana edad se vio vinculado con el arte debido a que su padre era dibujante y grabador, además de director de la Escuela de Arte y Dibujo de Augsburgo. Una vez mayor y con pleno apoyo de su progenitor, el futuro pintor viaja a Munich para perfeccionar su técnica.

En 1821 el joven artista se embarca a Brasil como parte de una expedición científica, la cual no lo satisface del todo. Regresa a Europa dos años después, y en París conoce a Alexander von Humboldt, quien alaba su trabajo. Es así que, tras una breve estadía en su tierra natal y siguiendo los consejos del naturalista berlinés, Rugendas vuelve a América, esta vez a México. Luego decide dirigir sus pasos al sur, a Argentina, cruzando por Chile. Lo que en principio se contemplaba como corta estancia en nuestro país, se extiende a un total de ocho años.

La noticia de la llegada de este afamado pintor europeo pronto se extiende en las esferas de poder de la naciente República, desde donde recibe el encargo de dos obras.. Con posterioridad y con el fin de conocer más a fondo Chile, Rugendas realiza un viaje al sur, visitando Talca, Linares y Constitución. Cruzando el Bío Bío tiene lugar su primer contacto con el pueblo mapuche, grupo étnico por el cual sentiría una gran fascinación que plasma en varias de sus obras. Enamorado de esta lejana tierra, el pintor recorre la geografía nacional retratando en sus cuadros tradiciones, personajes típicos, vestimentas y escenas rurales y urbanas.

Es en esta época que el artista conoce a doña Carmen Arriagada, aristócrata con quien mantendría una relación que pasaría de una afable amistad a una pasión tortuosa. Es gracias a Carmen y sus tertulias que Rugendas se acerca a la sociedad criolla talquina aunque también se codeó con la aristocracia santiaguina y porteña. Las inquietudes culturales del pintor lo llevaron a conocer a un número nada despreciable de artistas, escritores e intelectuales como Isidora Zegers, Jorge Huneeus, Domingo Faustino Sarmiento y la ya mencionada Carmen Arriagada.

Luego de una breve estadía en La Serena, Rugendas viaja, finalmente, a Argentina. Cuando se dirigía a San Luis de Punta, el pintor sufre un accidente ecuestre fracturándose el cráneo, lo cual dejó limitadas sus facultades físicas. Este lamentable suceso lo obligó a regresar a Chile para su rehabilitación. Tiempo después el artista fija su residencia en Valparaíso, donde se enamora perdidamente de Clara Álvarez Condarco, una joven de familia acomodada cuyos padres impidieron su relación con el artista por considerarlo demasiado mayor para su hija, lo cual habría motivado una profunda depresión en Rugendas.

A principios de 1847 emprendió el retorno definitivo a su patria, llegando el mismo año, el 5 de julio. Lamentablemente en Europa su trabajo no tuvo el mismo reconocimiento que en América, siendo su único gran logro la venta de su obra a la Corona de Baviera. Sumido en una gran melancolía, Rugendas contrae matrimonio con María Sigl, joven hija de un fabricante de telas. Fallece en 1858, a los 56 años, a causa de la rotura de una arteria del corazón.

Rugendas fue mucho más que un artista talentoso. Fue un cronista excepcional que, mediante sus pinturas logró plasmar al Chile popular, su gente y sus costumbres. Su obra destaca tanto por su calidad estética como por su enorme valor histórico y documental.

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