PATRIMONIO DE LAS ARTES VISUALES: ALFREDO HELSBY, OBSESIONADO POR LA LUZ
Por Gustavo Olave Dervis, Licenciado en Teoría e Historia del Arte
Dentro de la generación de grandes pintores chilenos nacidos en la segunda mitad del siglo diecinueve, Alfredo Helsby sorprende por la maestría al momento de captar la luz y los efectos que la misma proyecta en los objetos y ambientes que alumbra. Gracias a estos experimentos lumínicos su obra marcó un antes y un después en lo que a innovaciones cromáticas se refiere.
Nacido en Valparaíso, un 22 de julio del año 1862, el joven Alfredo se vio inmerso desde su llegada al mundo en un ambiente vinculado al campo de las expresiones visuales. Su padre, Thomas Columbus Helsby fue un reconocido fotógrafo y uno de los introductores del daguerrotipo en Chile, además de pertenecer a la familia de empresarios Helsby & Co., dedicados al rubro. El futuro pintor cursó sus estudios en el Colegio Mackay de Valparaíso y su instrucción pictórica corrió a cargo del destacado artista británico Thomas Sommerscales para continuar trabajando luego bajo la batuta de Alfredo Valenzuela Puelma.
Posteriormente, el año 1906, realiza un viaje de dos años a Europa con el fin de perfeccionar sus habilidades. En 1908 vuelve a Chile para luego trasladarse a Estados Unidos. Muere el año 1933 en Santiago luego de una fuerte dolencia intestinal. Realizó cinco exposiciones individuales y participó en más de cuarenta muestras colectivas con otros artistas.
El paisaje chileno había llamado la atención de los llamados “pintores viajeros” así como también a artistas nacidos en este rincón del mundo y Alfredo Helsby no se vio ajeno a esta fascinación. Al igual que pintores como Orrego Luco, Alfredo Valenzuela Puelma o Juan Francisco González, Helsby hizo del follaje criollo su foco de atención.
A pesar de compartir aspectos temáticos con otros artistas visuales de su generación, el pintor oriundo de Valparaíso no plasmaba la naturaleza como un todo armónico, sino que más bien solía centrar su foco en ciertos aspectos que él consideraba más dignos de atención que otros. Realizaba, de este modo, una suerte de descomposición de los ingredientes visuales plasmados en el lienzo para así resaltar aquellos elementos que él consideraba más dignos de ser retratados.
Helsby siempre trató de brindarle a los paisajes retratados una identidad propia. Luego de un estudio detenido del entorno el pintor porteño era capaz de definir la morfología del suelo, las características visuales de hojas y plantas, los efectos del clima sobre el terreno y el crepúsculo del cielo. De esta forma se aleja de los clásicos paisajes prefabricados que, usualmente, tienen como punto de referencia a cánones europeos y que tanto abundaban en la pintura latinoamericana de la época.
Pero el aspecto que realmente diferenciaba a Helsby del resto de los pintores chilenos era el tratamiento de la luz en sus cuadros. Incluso sus bocetos y estudios preliminares demostraban la maestría que el pintor tenía a la hora de distribuir los rayos del Sol sobre el paisaje terrestre. Ricardo Richon-Brunet, un crítico contemporáneo a Helsby describió a su pintura de la siguiente forma: “La luz que fluye de todas partes, que lo baña y envuelve todo, que se insinúa y penetra en los ojos sin ofenderlos”.
Alfredo Helsby fue un innovador en el ambiente artístico de su época y ejerció una gran influencia en el trabajo de artistas chilenos posteriores. Aún hoy sus pinturas siguen siendo objeto de estudio y apreciación por parte del mundo académico y el público no especializado y, a pesar de las obvias similitudes con pintores del Viejo Continente como Turner o los impresionistas, la obra visual del artista porteño es de una originalidad y una calidad incuestionable.