MUSEO Y PATRIMONIO: AZUL BARDINI

Por Norma Alcaman, Master in Management degli Eventi Artistici e Culturali (desde Florencia, Italia)

Cuando visitamos una exposición de pintura, ¿En qué aspectos debemos poner atención para apreciarla mejor y poder dar una opinión fundada? La respuesta es compleja, pues cada vez que estamos frente a una obra de arte, intervienen diferentes factores que se entrecruzan y superponen: intelectuales, culturales, emotivos y espirituales. Sin embargo, podemos hacer un ejercicio de síntesis para llegar a un aspecto clave, que los expertos dominan muy bien: el color de la sala de exposiciones.

En primer lugar, debemos centrarnos en los cuadros del artista, que nos comunican reflexiones y emociones. El curador de la muestra dispondrá el orden de los cuadros, que es muy importante, porque -a través de la secuencia- se va desarrollando un relato apoyado en el texto de los paneles dispuestos para su lectura a lo largo de la exposición. Esto facilita comprender las obras a la luz de la biografía del pintor, del momento histórico-artístico que en el cual vivió y de la interpretación del curador.

En segundo lugar, el espacio expositivo, que comprende:
a) una dimensión acorde a la exposición, es decir, que no sea demasiado grande o pequeño. Debe ser lo suficientemente amplio como para recibir un público numeroso y permitir caminar un par de pasos entre un cuadro y otro, de manera que nuestra mente se “despeje” y prepare para ver el cuadro siguiente;
b) la iluminación, que cumple varios roles: iluminar la sala, suscitar un temple de ánimo envolvente y destacar las obras expuestas;
c) la temperatura de la sala, que no debe ser muy calurosa ni tampoco muy fría;
d) el silencio, que permita crear una disposición sicológica, un grado de introspección y una comunicación directa con la obra a través del sentido de la vista;
e) la señalética, que sea clara y facilite el recorrido por la exposición;
f) el color de los muros, que permite apreciar mejor los cuadros en la sala. Por esto, muchos museos en el mundo han adoptado el “Azul Bardini” para exhibir sus colecciones y presentar sus exposiciones.

 

¿Quién fue Bardini?
Stefano Bardini fue un gran coleccionista italiano de arte, que nació en Pieve Santo Stefano en 1836 y murió en Florencia en 1922. A los 18 años, llegó a Florencia para estudiar en la Academia de Bellas Artes y realizarse como pintor. Dado que esta actividad era poco rentable, se dedicó al arte de la restauración. Después, se insertó en el mercado de antigüedades -floreciente en aquella época- donde se convirtió en un anticuario de prestigio internacional por su conocimiento del Renacimiento italiano y su buen gusto. Tenía un gran talento para encontrar obras maestras, adquirirlas a precios convenientes y luego venderlas triplicando su valor. Por todo esto, fue definido como el “Príncipe de los Anticuarios”. Entre sus clientes, se encontraban museos famosos, como el Louvre de París y el Victoria and Albert Museum de Londres. Así también, grandes coleccionistas, como J.P. Morgan y el matrimonio Jacquemart-André.

En 1881, Bardini adquirió un imponente Palazzo en el centro histórico de Florencia, que transformó en su residencia, oficina, galería de arte, depósito y laboratorio de restauración. Tras su muerte, la ciudad de Florencia recibió este inmenso patrimonio. Gracias a esto, hoy podemos visitar su casa-museo, donde es posible apreciar más de 3.600 obras de su ecléctica colección, conformada por pinturas, esculturas, muebles, columnas, instrumentos musicales, armas, estatuas de jardín, telas, alfombras y armaduras, entre otros. Aquí destacan dos obras valiosas: San Miguel Arcángel de Antonio de Pollaiolo y la Virgen dei Cordai de Donatello. Todo el conjunto resulta armonioso y de alto nivel estético. El color Azul Bardini de los muros, contribuye a crear un ambiente atractivo, fascinante y refinado.

La creación del color “Azul Bardini”
Como coleccionista, poseía gran cantidad de cuadros renacentistas de enorme belleza y calidad, pero algo faltaba cuando los veía colgados en los muros de su palazzo: necesitaba el color preciso para exponerlos y venderlos. Entonces, en su laboratorio, comenzó a trabajar, buscar y experimentar con diversos colores y tonalidades, hasta encontrar el matiz que optimiza la percepción de un cuadro en el muro y que resalta sus peculiaridades. De esta manera, creó el color Azul Bardini, que es ideal para las pinturas y esculturas. Considerado por los expertos como el mejor color de un muro para colgar las pinturas, rápidamente, este color se extendió por los museos de Europa y Estados Unidos.

En Chile, también encontramos el color Azul Bardini en los muros de diferentes museos, que lo usan tanto para las salas de exposiciones permanentes, como temporales. Sin duda, fue un acierto de su creador, porque contribuye a crear una atmósfera intimista, invita a la reflexión, permite concentrarse mejor en la obra, pone en valor sus detalles y nos facilita la experiencia cultural, artística y estética.

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