La historia urbana de Santiago está compuesta tanto por sus monumentos permanentes como por aquellos que han desaparecido, dejando apenas rastros en la memoria colectiva. Entre estos últimos se encuentra el obelisco de la Primera Junta Nacional de Gobierno, inaugurado el 18 de septiembre de 1859 en la Alameda, junto a la Iglesia de San Francisco.
El monumento fue concebido como un gesto simbólico hacia la independencia, en un período en que la joven república chilena buscaba inscribir sus hitos fundacionales en el espacio público. De esta forma, el obelisco representó un esfuerzo por materializar en la ciudad el recuerdo de la Primera Junta de 1810, y al mismo tiempo responder a una necesidad más amplia: dotar a la capital de referencias monumentales que conmemoraran sus hechos políticos más relevantes.
Según se desprende del texto de Lisa Flora Voionmaa Tanner fue, Claudio F. Brunet Debaines, arquitecto francés contratado por el gobierno, quien propuso dotar a la capital de algún monumento en honor a los participantes de la independencia y a modo de relato para los visitantes extranjeros que llegaran a la ciudad.
“Nada quedó de estos obeliscos que al comienzo de la década de 1860 pertenecieron a la imagen urbana de la Alameda. Quizá, el obelisco de la Primera Junta llenó por un tiempo el vacío por lo cual alcanzó a reclamar en 1849 el arquitecto francés Claudio F. Brunet Debaines, contratado por el gobierno. En una carta, dirigida al ministro de Instrucción Pública, el arquitecto decía: ‘Entre las bellas acciones que pueden caracterizar la vida política de un pueblo es sin duda alguna la más sobresaliente la que hace sacudir el yugo de la conquista y le asegura su nacionalidad y su independencia. Este hecho se ha verificado en Chile con el socorro y la inspiración de hombres, cuyos nombres pertenecen a la historia. Sin embargo el estranjero que recorre a Chile, busca en vano el signo aparente de un suceso que honra al mismo tiempo a los caudillos que los prepararon y al pueblo que lo segundó, sellando con su sangre la era de la independencia. Para llenar este vacío histórico, vengo a proponer a U.S. el que se erija en el sitio más a propósito de la Capital, en el Paseo de las Delicias, por ejemplo, un monumento conmemorativo de la independencia de Chile’. Quizá, fue, precisamente, el obelisco de la Primera Junta del Gobierno, colocado en Alameda, que respondió a esta inquietud del arquitecto.”