HERVI

“EL HUMOR ES UNA LUCHA CONTRA LA MUERTE”

 

Abril 2002

Los dibujos de Hervi, publicados en la prensa chilena desde hace medio siglo, han hecho reir y pensar a varias generaciones, potenciando el ejercicio de la opinión a través del juego ingenioso y desconcertante del humor. Un arte a ratos peligroso que responde a una vocación ineludible.

Por Rosario Mena

Amigo de Lukas y discípulo de Pepo, el arquitecto y dibujante Hernán Vidal, más conocido como Hervi, es fiel representante de aquella tradición de grandes caricaturistas chilenos cuya creación ha quedado impregnada en el imaginario de varias generaciones. Sus dibujos editoriales ampliamente publicados en Revista Hoy, El Mercurio, Qué Pasa, La Época, La Tercera, y otros diarios y revistas de décadas pasadas, constituyen un referente compartido por el gran público, que encuentra en ellos la mirada refrescante a los temas de opinión: “Las páginas editoriales son un muro de ladrillo y el dibujito es como la ventana por donde entra un poco de aire. Sin el dibujo, los editoriales son ilegibles. Por estadística, lo primero que hace una persona cuando agarra el diario es irse al dibujo editorial”.

A la corta edad de trece años, Hervi ya contaba con la certeza de una vocación indiscutible. Ilustrador del sumplemento Mampato de El Mercurio y estrecho colaborador del creador de Condorito, se encontró tempranamente donde se cuecen las habas. “Yo estudiaba en la Escuela Experimental Artística, en el centro. Entonces, por curiosidad, primero me fui a meter a El Mercurio y me puse a trabajar como dibujante en el suplemento Mampato. Después comencé a ir al taller de Pepo, que estaba en la Plaza Italia. Le llevé mis dibujitos y le encantaron”.

Un par de meses bastaron para convertirse en su ayudante, y comenzar a trabajar tanto en Condorito como en otros proyectos que vinieron luego. “Trabajar durante tantos años con él fue una experiencia fundamental, no sólo por la formación en el oficio, sino también por su gran calidad humana y por el trainning que significó para mí el contacto con toda la gente que lo rodeaba, que eran los mejores dibujantes del momento, Pequén, Alhué, Lugose, que hacían la revista Topaze, entre otras cosas”.

En la antesala de la televisión, eran tiempos de gran protagonismo para la prensa escrita, y especialmente, dibujada. “Tal como decía su eslogan, la revista Topaze era el barómetro de la política chilena. Los políticos se cuidaban de no verse ridiculizados en esa revista, que fue censurada muchas veces, requisada durante el gobierno de Ibañez. Ahora la ilustración periodística, tiene un rol menos visible, pero muy importante en muchos países, sobre todo en temas políticos. Le Monde, por ejemplo, tiene seis ilustradores editoriales, y un consejo editorial diario para repartirse los temas”.

Tras recibirse como arquitecto, profesión que hasta el día de hoy desempeña paralelamente a su trabajo periodístico, el dibujante se embarca en empresas tan emblemáticas como los diarios “La Chiva”, en los años ’60, y “La Firme” , en los ’70. “La Chiva” fue la creación colectiva de un grupo de dibujantes que integraban, además de Hervi, José Palomo y los hermanos Pepe y Alberto Vivanco. “Fue una experiencia muy enriquecedora. Era una revista comunitaria, los cuatro hacíamos todo; los guiones, los dibujos, la impresión, la distribución, la venta, la cobranza, todo. Yo creo que nos marcó como forma de trabajo, en el colectivo se diluía bastante el individualismo tan inherente a los caricaturistas”.

Su identificación con los ideales libertarios del mítico año ’68 convirtió rápidamente a “La Chiva” en un medio de gran éxito en el ambiente universitario. Imperdible era la sección “Chamullos”, una historieta que retrataba a un barrio chileno popular, donde los personajes representaban y caricaturizaban a todo el espectro social chileno. “La Firme”, en tanto, fue “una versión de “La Chiva” hecha con más recursos”, por el mismo equipo, que difundió los principales proyectos del gobierno de Allende.

Dibujo Combativo

Desde la segunda mitad de los 70 y hasta el final de los ’80, su pluma y su acuarela fueron armas de oposición a la dictadura, a la cual atacó implacablemente desde las páginas de la Revista Hoy, a cuyo equipo se integró desde su nacimiento, cuatro años después del golpe militar. Terminaba así un período de cesantía impuesto por la ausencia de prensa independiente e iniciado el mismo 11 de septiembre, cuando, automáticamente había perdido su puesto de editor de arte de la clausurada editorial Quimantú, fundada por el gobierno de Allende para realizar ediciones populares.

“La dictadura marcó una forma muy compulsiva de opinar a través del dibujo. Si para mí antes dibujar fue un divertimento, en ese momento fue una necesidad. Varias veces fui amenazado, incluso de muerte. Prefiero no dar nombres”. Mientras tanto, en la revista La Bicicleta, su personaje de historietas, el pequeño, gordito y calvo Súper Cifuentes (recientemente transformado en “Cibercifuentes” para su publicación en el diario electrónico El Mostrador), se debatía en un mundo hostil, intentando, como buen superhéroe, ejercer la lucha por la justicia, sin acabar de entender los misteriosos engranajes de la maquinaria represiva y el invariable final de sus aventuras tras los barrotes de la cárcel, donde inevitablemente siempre aparecía en el último cuadro de la historieta.

La necesidad de generar mayores ingresos, en plena recesión del año ’82 , lo llevó al diario El Mercurio a trabajar como diseñador gráfico. “Hacía algunas ilustraciones, pero no comprometidas con el pensamiento del diario”. La aparición de La Epoca, en el 87, fue la oportunidad de relanzarse, renunciando a El Mercurio y comprometiéndose plenamente con el nuevo medio, en el cual estuvo hasta su desaparición a fines de los ’90. Actualmente se desempeña como dibujante editorial tanto en la revista Qué Pasa, como en el diario La Tercera. El diario El Metropolitano, en un principio también incluyó sus dibujos.

Trabajo serio

La histórica función de la ilustración humorística en la prensa, como forma de oposición al poder, es la que motiva el trabajo de Hervi: “El blanco no sólo es el poder político. Están los poderes fácticos y sobre todo, el gran poder que hoy nos gobierna, que es el sheriff del norte que hace lo que se le antoja en nuestro planeta. La razón de ser de la caricatura es la exageración no sólo de los rasgos de las personas, sino también de las situaciones. Y eso requiere hacer un análisis del contexto en el cual se dan esas situaciones, para definir cuál es el objeto de la caricatura”.

La experiencia, el respeto y la confianza ganados, le permiten aplicar su ojo crítico sobre los temas que le inquietan sin interferencia alguna: “Yo no trabajo con pautas, yo hago lo que quiero, pero tengo que tener algún tipo de autocensura, no puedo ser lo agresivo que en algún momento se me ocurriría. Por lo demás, tampoco son los tiempos de tanta agresividad. Cuando había mucho analfabetismo las imágenes tenían que ser bastante más evidentes y grotescas que ahora. Hoy una caricatura punzante pueden ser dos tipos que van caminando por la calle y se dicen una frase, que antes el público habría sido incapaz de comprender. Hay una evolución en la sutileza que responde a la evolución cultural”.

Pero si bien la percepción del público se ha refinado, la producción de humor, tal como podemos observar en los medios de comunicación, no parece alcanzar un gran desarrollo. “En Chile faltan buenos creadores de humor, no es un problema del humor como tal. Durante la dictadura no sólo se eliminó un sector amplio de la prensa, sino que se cercenó la costumbre de alimentarse de la prensa. El oficio del humor ilustrado se paró. La generación de recambio se fue al extranjero y los antiguos también… Ese es el punto, no es que los chilenos no tengamos humor”.

La evidente censura que persiste en nuestro país frente al humor crítico que afecta a los grupos de poder, lejos de aparecer como un rasgo de idiosincrasia, es percibida como un fenómeno universal. “La intolerancia al humor siempre ha existido, en todas las culturas. En la antigüedad también a un bufón le cortaban la cabeza porque el rey había entendido mal el chiste o por ser demasiado graciosito”.

Pero más allá de las coyunturas, de la censura, de la represión o de la libertad de expresión, sgún Hervy lo cierto es que “el humor nunca se va a acabar porque es una lucha contra la muerte”.

La capacidad de mirarnos y mirar la realidad con la privilegiada perspectiva del sentido del humor, es en definitiva lo que se juega en la particular relación entre lector y dibujante. “Mi único objetivo es que la gente se ría, nada más”. Para lograrlo, se requiere de una buena dosis de empatía: “El dibujante necesita del lector. Este no es un arte abstracto, es un arte aplicado a la sociedad, y hay que imaginarse la respuesta del lector. Mientras mayor sea la complicidad, tanto mejor. Con más fuerza penetra el mensaje. Es un ejercicio de imaginación: hay que ponerse en el lugar del lector. En lo posible, del lector medio, no de elite. A veces, cuando el efecto es dudoso, hay que hacer un pequeño test entre los amigos, los hijos, los vecinos… A mí nunca me da risa. Este es un trabajo muy serio”.