ARTESANAS DE LLINGUA
Febrero 2009
Venden y gestionan en Achao, pero viven y producen en Llingua. Son las mujeres pertenecientes a la Asociación de Artesanas de la Isla Dormida -apodo que le dan a su tierra natal por el parecido con una ballena en sueño. Concientes de la importancia de contar con un buen punto de venta, se organizaron para comercializar sus piezas en un lugar de gran flujo de turistas y habitantes del archipiélago de Chiloé, asegurándose así el sustento, la calidad de vida y la conservación de sus tradiciones.
Por Paula Fiamma
En una tienda de madera, de dos pisos, obtenida con fondos del FOSIS, contigua a la Biblioteca Municipal de Achao, las artesanas de la isla de Llingua ofrecen sus piezas hechas con fibras de manila, quiscal y junquillo. Variados canastos, bolsos, persianas, individuales, paneras, pajaritos, ángeles, sirenas y brujos se exhiben etiquetados con un código que identifica a su creadora. De esta forma, al momento de la venta se sabe con exactitud a quién corresponden los ingresos por la transacción, la que anotan sagradamente en un cuaderno al tiempo que pegan la etiqueta para al final del día sacar cuentas.
La mayoría de las artesanas aprendieron siendo niñas a tejer las fibras nativas de Llingua. “Es algo que viene de nuestros mayores de antes”, cuenta María Miranda, de 56 años, miembro de la Asociación de Artesanas de Isla Dormida. “Así le dicen a nuestra isla, porque tiene la forma de una ballena dormida que en cualquier momento se va a despertar”, agrega Carmen Díaz, de 51 años, también asociada a la agrupación.
Organizaron turnos diarios para atender. Cuando una se enferma o tiene un problema personal, una compañera la reemplaza. Así las mujeres no descuidan sus labores hogareñas, aseguran ingresos para el sustento familiar y mantienen viva la tradición artesanal de la isla de Llingua. “Esta es una buena entrada para ayudar a nuestros maridos, que se dedican a la pesca y a la agricultura”, explica orgullosa y contenta María Miranda.
Para llegar a Achao deben viajar en lancha aproximadamente una hora. La tienda la mantienen abierta todo el año. Los gastos, correspondientes a luz, agua y otros insumos, los dividen entre todas las artesanas que forman parte de la Asociación, la que comenzó a gestarse en 1999, gracias a la ayuda de los profesionales del Servicio País. Un gran avance significó para las artesanas la capacitación que la joven Carolina Mansilla recibió en un instituto de Ancud. Los conocimientos que obtuvo los enseñó a las mujeres de la Asociación. Incoporó nuevas técnicas y diseños, proyectándose, así, comercialmente esta tradición y patrimonio chilote.