Homenaje a Salvador Valdés Pérez

María Gracia Valdés, Carmen Luisa Letelier, Roberto Fuenzalida y Salvador Valdés en conferencia almuerzo de la Corporación Patrimonio Cultural de Chile en el Club de la Unión.

 

Reproducimos el texto de Luis Valentín Ferrada, escrito en homenaje al recientemente fallecido Salvador Valdés Pérez, fiel socio y colaborador de nuestra institución, a quien recordamos con especial cariño, aprecio y respeto por su gran aporte y genuino interés por nuestro patrimonio cultural.

EN RECUERDO DEL ARQUITECTO DON SALVADOR VALDES PEREZ

Luis Valentín Ferrada V.
( De la Sociedad de Historia y Geografía de Chile)

A una avanzada edad ha fallecido recientemente el distinguido arquitecto e
intelectual don Salvador Valdés Pérez, quien se mantuvo en plena
actividad, sin descanso, hasta sus últimos días.
En unión con doña Sara Prieto Vial, formó una extendida familia de
profesionales quienes, conforme a su legado moral, contribuyen al
presente al desarrollo del país en distintos campos, con especial acento
en la educación, la academia y la economía.

Persona de gran refinamiento cultural, don Salvador Valdés consagró su
talento y laboriosidad a la arquitectura, a la conservación y fomento del
patrimonio cultural chileno y a los estudios de nuestra historia, efectuando
importantes aportaciones en estas materias, las que él concebía como
aspectos complementarios de una misma vocación : la de engrandecer la
calidad y prestigio de nuestra nacionalidad.

Muchas de sus aportaciones en el desarrollo de la arquitectura nacional
fueron realizadas por él en unión a otros grandes arquitectos chilenos de
su generación, y como activo partícipe de diferentes instituciones
culturales o universitarias con la finalidad de promover la conservación y
mayor desarrollo de nuestro patrimonio cultural. En estas últimas
instituciones ocupó por largos periodos los cargos directivos de mayor
responsabilidad, contribuyendo decisivamente a sostener el buen
cumplimiento de las misiones que dichas corporaciones tienen por
finalidad.

Revisando con somera atención la nómina de proyectos y diseños
arquitectónicos de la mano de don Salvador, contenida en su ordenado
inventario – efectivamente materializados en sus correspondientes
construcciones – pueden contarse por más de ¡ 500.000 ¡ metros
cuadrados los levantados bajo su dirección e iniciativa. Estas
construcciones por él proyectadas se manifiestan en muy diferentes tipos o
clases de edificios: nuevas Iglesias, colegios, escuelas o centros
educacionales, conjuntos habitacionales, planes de urbanizaciones
comunales, definición de planos reguladores para antiguas comunas, etcétera.

El inventario de sus trabajos profesionales, a través del largo tiempo de su
ejercicio como arquitecto, es un documento que bien valdría ser
publicado, pues habla por sí mismo de la laboriosidad y versatilidad de
todo aquello de lo que da cuenta.

Empero, lo dicho no satisface toda la justa extensión de su laboriosa vida.
Diríase que, descendiente él de la familia Vicuña Mackenna, caracterizada
por sus múltiples e inagotables inquietudes intelectuales y artísticas, y por
su vocación de servicio al enaltecimiento de nuestro país , heredó el
señor Valdés el sentido natural del interés por conocerlo todo y, de ser
posible, hacerlo todo, del mejor modo posible. Sentido natural que en el
habla campesina chilena, a quienes lo poseen, aún se les conoce por
“curiosos”.

Es o fue esta forma de pensar de los “curiosos”, tan ajena a la mentalidad
contemporánea dominante de las llamadas “especializaciones” (que
consiste en procurar saber cada vez más de menos cosas), la que en
tiempos pasados se tuvo como expresión de un saber superior, más
amplio e integrado por distintos saberes conjugados, que hundía sus
raíces en la concepción del humanismo renacentista o enciclopédico que,
la condiciones o circunstancias del mundo moderno han imposibilitado.
En el pensamiento humanista se navega a mar abierto, con velas
desplegadas a los cuatro vientos, persiguiendo alcanzar horizontes
quizás lejanos pero plenos de ideales y esperanzas de nuevos mundos
mejores.

Al señor Valdés le interesaban, tanto como la arquitectura que
fue su centro articulador de vida, todas las manifestaciones del arte y la
cultura, la pintura y la escultura, la jardinería, el paisajismo y la naturaleza,
la historia, la literatura, junto a su gran amor por los libros y grabados, y, en
general, por todo aquello en lo cual la armonía y la belleza se expresan
con lucidez.

Formó una espléndida biblioteca en su casa de campo, en las vecindades
de Santiago; y, a pocos metros de sus ordenados libros, levantó también
de su mano un invernadero y vivero de plantas modelo, del que obtuvo lo
que plantó en el antiguo jardín que enmarca su casa. Esta última, de estilo
reunido entre lo moderno y clásico, representa fielmente aquél afán por
encontrar nuevos equilibrios en los cuales – sin perderse nada – se reúnen
en armonía las mejores tradiciones recibidas del pasado con los
elementos que el progreso va incorporando a la riqueza del saber en la
escala que conduce a los estadios superiores.
¿Se puede ser tradicionalista y progresista a un mismo tiempo?…
¡ Por supuesto que sí ¡

No puede ni debe encontrarse contradicción alguna en el pensamiento que
incorpora e integra, en su justa medida, las verdades y valores de todos
los tiempos, los ya idos con los del presente y por venir.

Solo la incultura (y el fanatismo, que suele ser su expresión mayor)
impiden apreciar el enorme valor que envuelven los legados del pasado o
el valor enorme de los nuevos conocimientos, sensibilidades y miradas
que incesantemente trae consigo el advenimiento de los nuevos días. En
esto consiste la verdadera sabiduría: en el fermento que la levadura de la
inteligencia realiza con los frutos de todas las verdades en el gran lagar de
los tiempos, resultando de ese mágico proceso nuevos saberes.

La verdad superior se encuentra en los antiguos y los nuevos testamentos
de la humanidad, los que se renuevan sin romper los eslabones de las
generaciones que se suceden unas tras otras en el ascenso continuo de
un largo proceso de superación. Hay épocas históricas en que nada
resulta tan progresista como la recuperación de las tradiciones perdidas ;
y, otras, de signo diferente, en las que la novedad, las invenciones, los
descubrimientos, las nuevas formas de pensar y de vivir, y aún ciertas
formas de revolución, se constituyen en los dínamos del progreso.

Pues bien, para hacer lugar a todas sus inquietudes, el señor Valdés
comprometió su participación generosa, durante años, en las
instituciones o centros que en nuestro medio se ocupan de conservar y
fomentar la cultura humanista y el patrimonio cultural nacional. Miembro y
director de nuestra Sociedad de Historia y Geografía de Chile; de la
Sociedad de Bibliófilos chilena; de la Corporación del Patrimonio Cultural
de Chile; del Instituto de Conmemoración Histórica; y de otras varias
instituciones del mismo orden, alentó e incentivó por largo tiempo sus
iniciativas, proyectos y realizaciones.

En el ámbito profesional se desempeñó con brillo en la Cámara Chilena de
la Construcción, prestó permanentes asesorías al Ministerio de Vivienda y
Urbanismo, y fue distinguido como miembro de Honor del Colegio de
Arquitectos de nuestro país. Su trabajo profesional se extendió a Estados
Unidos y Ecuador.

Como lo recordara Roberto Matta, nuestro célebre pintor, jamás un
verdadero señor puede especular con su persona. De allí la austeridad, la
sobriedad, el silencio, la sencillez; ese caminar por la vida sin ruidos ni
iluminado por fuegos artificiales; ese preferir las sombras antes que las
luces de neón con las que al presente acostumbran revestirse quienes sin
ser personalidades solo son personajes famosillos … de tránsito breve y
leve.

Don Salvador Valdés sabía – como buen arquitecto – que la verdad y la
belleza (que al fin vienen a ser dos expresiones de un mismo concepto)
son aves finas y huidizas, que anidan en la sencillez, de donde emana
toda noción de genuina elegancia.