YA SE VA PARA LOS CIELOS

Entrevista con Fidel Sepùlveda
Por Rosario Mena
Publicado en Nuestro.cl Septiembre 2002

A diferencia de la negación que opera en la cultura occidental, en la religiosidad tradicional campesina la muerte es concebida como un evento relevante de la vida, cuyo signo puede ser positivo y tener, por tanto, un carácter festivo. La estrecha relación afectiva con los muertos se expresa en el ritual del angelito, cuando muere un niño, así como, también, en la función de los sueños y en la devoción por las animitas. De ello nos habló el fallecido Director del Instituto de Estética de la Universidad Católica, Fidel Sepúlveda, uno de los más profundos conocedores de las raices populares en nuestro país.

Adiós delicia quien canta
Al más verde y fértil prado
Sefirillo embalsamado
Refréscame la garganta
Saludo conjuntamente
Los pájaros y sus voces
Que te conducen veloces
Por esos mares ausentes

Letra anónima de Canto a lo Divino por angelito.
Es antigua tradición campesina que cuando muere un niño de corta edad el velorio sea una fiesta con abundante música, comida y bebida, presidida por el difunto vestido de angelito. Una tradición que, salvo excepciones, se mantiene sólo en lugares aislados de la urbe y la modernidad.

– Describamos, para empezar, el ritual del angelito.

– Es un rito de paso que tiene su origen en España pero que se va chilenizando. Una concreción muy limpia de una creencia que se objetiva en un ritual. El rito explicita lo que dice el mito. Se inserta en el marco de la creencia cristiana sobre la supervivencia del alma. La muerte tiene dos desenlaces posibles: el premio o el castigo, el cielo o el infierno, con una fase intermedia que es el purgatorio. Con la muerte no termina todo, sino que hay un cambio, que puede ser para mejor o para peor. En el caso de la muerte de un niño de corta edad, no hay nada que llorar, nada que lamentar.

– ¿Y nadie puede llorar?

– Hay una prohibición de llorar. Sólo la madre tiene permiso. Se dice que si tú lloras al angelito, con tu llanto le mojas las alas, y por lo tanto no puede volar y subir al cielo. Llorar es contradictorio. Es una muerte con signo positivo, porque el niño no ha pecado, no tiene culpa, por lo tanto no puede ir al infierno ni al purgatorio, se va derecho al cielo, a la felicidad eterna. La muerte lo libera para siempre del calvario de la vida. Por lo tanto hay motivo para celebrar, porque este muerto, que es miembro de la familia y de la comunidad ha logrado lo que nadie tiene seguro, y además es un intercesor, que estando en el cielo va a velar por su familia y su comunidad. Por eso se le canta, se le baila, se le festeja. Se le viste con todo el atuendo de un ángel, de blanco, se le ponen alitas, se le pintan los labios y las mejillas con carmín para que parezca vivo, los ojos se le abren con palitos de fósforos y se lo sienta en un tronito, desde el cual, él preside la fiesta. Hay cantores y cantoras. En algunos casos hay bailes. Desde la cuarta a la séptima región hay mucho canto a lo divino. De la séptima al sur hay más tonadas. Pero el sentido es el mismo.

– Y también la abundancia de comida y trago…

– Sí, esto está dentro de una lógica campesina y urbana con ancestro campesino, en la que todo funeral y toda fiesta, tiene que tener mucha comida y bebida. Esa es la ofrenda al difunto, que no se vea pobreza. En un funeral que fui hace poco de un pariente mío en Cobquecura mataron tres vacunos para atender a la gente, y llegó toda la gente del lugar. Es la última despedida, toda la persona que ha tenido un vínculo con el muerto, se siente naturalmente obligada a estar ahí compartiendo con él, a quedarse toda la noche con él, por lo tanto la familia tiene que atenderlo bien, para que el alma del difunto se sienta bien acogiendo a la gente que viene a despedirlo. En el ritual del angelito es igual. Se toma y se come abundantemente, no sólo en la casa, sino también en el cementerio, la gente lleva comida y bebida para el cementerio, y después del entierro comen a la salida del cementerio y después se despiden. Es todo un ritual que tiene mucho sentido. La muerte no es un foso, en el que tú te caes a la nada. El muerto está vivo y está sabiendo lo que está pasando. Los muertos continúan con uno, y cuando uno se muera se va a reunir con ellos. Esto se sustenta en la fortaleza de la fe religiosa en la supervivencia del alma. Además hay que festejar porque la persona ha dejado el calvario de la vida.

– Esto tiene relación con la condición de pobreza y opresión que ha marcado la historia del campesinado, en el sentido de que la vida es concebida como una carga…

– Sí, en ese sentido, para muchos pueblos mestizos e indígenas la muerte es una liberación, una esperanza de un cambio para mejor.

– ¿Qué es lo que caracteriza al canto a lo divino en el ritual del angelito?

– Son cantos enormemente valiosos desde el punto de vista estético y antropológico. En estos casos se le pide al angelito que se acuerde de sus padres, de sus parientes, incluso de su patria y de la madre tierra, y los proteja desde el cielo. Algunos hablan desde la comunidad, en otros casos el poeta toma la voz del angelito, expresa el sentimiento del angelito que se va, y las cosas que recuerda. El angelito se transforma en un representante de la comunidad en el cielo.

– ¿Y cómo se mantiene esta embajada del angelito en la tierra?

– Después del funeral, se traduce en un culto familiar. En la tradición mapuche, y en otros pueblos, el niño muerto sigue rondando la casa, incluso puede quedarse por algunos años.