Mi hermana Violeta

El Tío Lalo habla sobre su hermana, la gran Violeta Parra. Sus recuerdos desplegados en décimas se encuentran publicados en un libro, bajo etiqueta Lom.

“Alegre y muy habilosa, aunque tenía su carácter grave, pero, como a todos los Parra, se le componía rápidamente. La Violeta no sabía de enemigos”. Así describe a su hermana el cantor popular Eduardo Parra, autor del libro “Mi hermana Violeta Parra: su vida y su obra en décimas”, publicado por Lom Editores. Desde la niñez en Chillán, cuando sus padres, músicos innatos, alentaban a los hijos a competir en canto, hasta el trágico suicidio de la folclorista en su carpa de La Reina, pasando por todos sus viajes, trabajos, aventuras y desventuras artísticas, el Tío Lalo estampó en esos versos sus recuerdos sobre su querida hermana: “la más despierta, la que nos dominaba a todos. La que nos sacó de la pobreza”.

Con sólo 6 y 5 años, respectivamente, Violeta y Eduardo, junto a su hermana Hilda ya cantaban por algunas monedas en el Mercado de Chillán. Como siempre, Violeta llevaba la batuta. “Desde chicos mis papás nos exigían cantar y la Violeta nos daba ánimos para competir, porque sabía que ella iba a ganar”. Carácter y determinación que se proyectan en su personalidad y son retratadas con gracia y desparpajo en las décimas del Tío Lalo.

– ¿Sus papás cantaban y tocaban?

– Mi mamá cantaba y tocaba guitarra, mi papá también cantaba y tocaba violín. Mi papá era profesor de música en un regimiento. Los dos hacían un dúo y no había fiesta en Chillán donde no tocaran.

– ¿Era enamoradiza la Violeta cuando chica?

– Como a los diez años me hacía ir a dejarle cartas a un chico, porque yo siempre andaba con ella. A los 12 se vino a Santiago, la mandó a buscar Nicanor, nuestro hermano mayor. Yo me vine al año siguiente. La Violeta era como toda lola. El único amor de su vida que le conocimos fue un cliente de un negocio donde trabajábamos todos los días, cerca de la Casa de Máquinas Yungay, en Matucana con Mapocho. Luis Cereceda, que fue su marido. Ahí se enamoraron. El era bueno, tranquilo, de todas las tenía. El papá de Angel y la Isabel Parra.

– ¿Qué pasó cuando llegaron a Santiago?

– La Violeta estudiaba en el Liceo 2 que estaba en Matucana con Huérfanos. A mí me internaron en el Barros Arana y yo me quería ir y ella me ayudó. Me dio el consejo de sacarme puros 2 y 3 para perder la beca. Quedé repitiendo y me echaron. Después seguí estudiando pero me faltó un año para terminar el colegio.

– ¿Por qué cree que la Violeta se suicidó?

– Los artistas somos muy apasionados, melancólicos, cuando vemos que los negocios no funcionan, y seguramente los amores tampoco funcionaban. La Violeta había puesto su carpa en La Reina y la cosa ya no iba muy bien. Ella no encontró solución, todo esto yo me lo imagino, y pensó que la única salida era suicidarse.

– ¿Cómo vivió usted esta muerte?

– Fue la tremenda pena, nadie creía lo que había pasado. Yo me fui a la carpa a ver si era cierto, fui el primer familiar que llegué, y allí estaba la Violeta, muerta.